lunes, 24 de agosto de 2009

Un día como hoy ...




Por Antonio Tardelli (*)

Esta es la historia de un partido del que no me acuerdo.
Entiéndase: el partido no es el recuerdo original. La historia que me dispongo a contar es la evocación de una referencia: no tengo memoria del juego.
El match se disputó hace 38 años. Fue el 24 de agosto de 1971. Ese día, histórico para el balompié nacional, Chacarita Juniors, de Argentina, derrotó al Bayer Munich, de Alemania. En Barcelona, en el mismísimo Nou Camp, catedral con arcos, un modesto conjunto de casaca roja, blanca y negra a rayas verticales derrotó por 2 a 0 al coloso germano.
Por entonces yo tenía 5 años y poca capacidad para memorizar la información que entregaba “La Oral Deportiva”. Definitivamente no me acuerdo de aquel día. Pero años más tarde, no mucho después, lo leí en la revista “Goles”.
“Goles” era la competencia de “El Gráfico”. Era como esa hermanita menor a la que todos subestiman un poco. Por entonces, martes no era la jornada siguiente al lunes, o la anterior al miércoles, sino el día en que aparecía “El Gráfico”. A veces, maldición, “El Gráfico” se agotaba antes del horario de salida de la escuela y uno, todo frustración, debía conformarse con “Goles”. Su papel, indisimuladamente, era de inferior calidad. Sus fotos –“El Gráfico es la cara del deporte”, proclamaba el pegadizo jingle– eran menos impactantes. Sus textos, no tan fascinantes. Las leyes del mercado ya por entonces determinaban lo que era bueno: “Goles” era mucho más barata.
Pero fue en un inhallable ejemplar de “Goles” donde me anoticié del asunto. En la última página de la revista, a modo de anticipo de una futura gira europea de Boca, o de River, se hablaba de un tradicional torneo que tenía por sede a Cataluña. Su nombre homenajeaba al fundador del Barsa. Y para ilustrar sobre los antecedentes del certamen, el texto rezaba –puedo repetir la oración de memoria y apostaría a que no pifio–: “Hasta aquí el equipo argentino mejor clasificado en la Copa Joan Gamper es Chacarita Juniors”. Mi pecho se infló de orgullo.
En aquella época el certamen tenía formato de cuadrangular. Años antes de que “Goles” me pusiera al tanto de la gloria funebrera, el trofeo había reunido al local Barcelona, al Bayer Munich y al Honved de Hungría. Chacarita, que dos años atrás se había consagrado campeón de la Argentina, completaba la lista de invitados. Acto de estricta justicia, el fútbol de América era representado por el equipo funebrero.
Ahí estaban, instante supremo, frente a frente, el Bayern Munich y Chacarita. En un arco, Maier; en el otro, Carnevali; de un lado, Beckenbauer y Breitner; del otro, Bargas y Frassoldatti; de blanco, Gerd Müller y Schwarzenbechk; con la tricolor, Marcos y García Cambón.
Fue baile. Fallaron todos los cálculos: Chacarita a la final. Un hipotético Prode, Prode de un partido sólo, hubiera quedado vacante. Chacarita fue David. Los alemanes, unos pataduras. Lucieron impotentes los jugadores que conformarían la base del seleccionado alemán que tres años más tarde, en su tierra, se coronaría campeón del mundo. El legendario Bayer Munich era humillado por el talento silencioso de un puñado de irrespetuosos.
Pum. Recúpero. Pum. Fucceneco. Dos veces el bueno de Sepp Maier –sí, el mismo de los mundiales de Alemania y Argentina– debió ir a buscarla adentro. Dos a cero. Los catalanes se frotan los ojos. Las teletipos se paralizan. El nombre de un equipo del fútbol argentino da la vuelta al mundo. Los panzers se desayunan de que Chacarita es nombre de cementerio. El Nou Camp se rinde a los pies de Forteis, de Buzzo, de Puntorero, de PoncioAl final del partido, Beckenbauer quiere llevarse de recuerdo la casaca de esos sudamericanos desconocidos y atrevidos. Se queda con las ganas. Ese club pobre, que viene del otro lado del mundo, ha llevado a la gira un solo juego de camisetas y el utilero prohíbe taxativamente todo intercambio. Al día siguiente debe jugarse la final…
Carece de toda importancia, salvo para la estadísticas de quienes llevan una cubetera en el pecho, la victoria del local, Barcelona, sobre el Chacarita de la Argentina. Uno a cero para los dueños de casa. Rexach anota la diferencia en el cotejo decisivo. El Nou Camp despide de pie a los argentinos. Se habla de Chaca. Junto a entrevistas a Jorge Griffa y a Osvaldo Zubeldía, la crónica de una derrota de Los Pumas y un seguimiento a Carlos Monzón que todavía se entrena, la edición 1.1182 de “El Gráfico”, con el velezano Benito en su portada, incluye la inolvidable jornada en la que Chacarita convirtió al césped catalán en polvoriento potrero del sur.
Por estos días, abandonando el torneo local, derechito a la final, Boca fue a disputar la misma copa, casi cuatro décadas después. Época rica sin épica, jugadores con publicidad en sus camisetas, y en sus pantalones, y en sus medias, y en sus calzoncillos, el equipo de la Ribera logra el segundo puesto en la Joan Gamper convertida en campeonatucho de dos. Para llegar a la instancia decisiva los xeneizes no han debido ganarle al Bayern Munich ni a nadie.
Sin ruido, con camiseta de piqué, el chico de tres colores sigue siendo el argentino que mejor y más artísticamente jugó a la pelota en los pagos de Gaudí y de Serrat.
Y Beckenbauer y los suyos no tienen consuelo. Museo incompleto, en el placard de los recuerdos futboleros él y sus compañeros podrán atesorar camisetas y camisetas de todo el planeta, pero no la de ese equipo argentino, modesto, gigante, el pobre que con ellos se divirtió felpeándolos en la Madre Patria.

(*) Periodista

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